Yo trabajaba en el Teatro Teresa Carreño en el departamento de Producción y durante la gira de Miguel Bosé «Laberinto», la que contó con 4 conciertos en el teatro (del 13 al 16 de marzo de 1997), me hice muy amigo de algunos de los miembros de su banda, en especial de Helen de Quiroga, su corista oficial, lo cierto es que durante una semana salimos cada noche a discotecas, bares, restaurantes y cualquier movida nocturna que ofrecía la noche caraqueña para aquel entonces.

Pero esa no es la historia en la que estamos ahora, pero es la que dio base a que esta nueva aventura se gestara, ya que tres año después Miguel Bosé regresa a Venezuela con el Tour Girados, una única presentación en «El Poliedro de Caracas» (para los de España, este es nuestro Palau San Jordi). Como buen fan de Miguel y Triple fan de Mecano, en especial de Ana Torroja, me fui al concierto yo solito, pero al llegar allí me cruce con mi amiga Iris, que andaba con un amigo al que llamaremos «X» el afortunado.

El concierto fue increíble, me sabía hasta la canción más exótica del repertorio y mi amiga Iris me veía con cara de loca ante mis ataques de euforia con cada acorde de inicio de los temas que sonaban sin pausas.

Al final del concierto esperamos a que saliera el mar de gente que se había inundado el recinto y se me ocurrió la brillante idea de tratar de saludas a mi amiga Helen de Quiroga, total que, ante mi insistencia en la salida de los artistas, uno de los hombres de seguridad se fue a buscarla y ella salió a verme; después de un emotivo y fuerte abrazo le pregunto que harán esa noche, a lo que ella responde a mi odio: «lo siento hoy no podemos salir, ya que tenemos que estar en una fiesta en la habitación de Miguel en el Hilton»

Esto fue el desencadenante de una serie de sucesos superafortunados de los cuales se vio beneficiada mi amiga Iris y por supuesto el amigo «X» ese que seguiremos llamando el afortunado.

Para resumir (a ver si lo logro):

• Cuando Helen se despide de nosotros, Iris y yo nos vemos a la cara y decimos: «Imposible colarse en esa fiesta, pero… quien dijo miedo.»

• Nos fuimos directo al Hotel sin saber cuál sería la habitación y si podríamos por lo menos localizar a Helen En la recepción nos niegan los datos de la habitación de Helen.

• Estando en el Lobby vemos pasar al guitarrista de la banda (Un Pijo con el que nunca trate por insoportable) Igual decidimos seguirlo a ver si se dirigía a la fiesta.

• El susodicho entra en el elevador y vemos que sube hasta el piso 5.

• Esperamos que baje el elevador, nos subimos y marcamos el 5.

• Al llegar al piso 5 la puesta se abre y vuelve a entrar el guitarrista y marca el piso 10.

• Cruce de miradas de triunfo entre Iris y yo al saber que hemos encontrado la fiesta.

• Llegamos al piso 10, el músico sale y entra directo a una habitación muy bien resguardada por dos vigilantes.

• Llegamos tras él a la puerta y cuando nos detiene el hombre de seguridad, yo les digo: «Venimos a ver a los músicos de Miguel Bose: a Helen y a Niko (el tecladista)»

• Misteriosamente y sin poner resistencia, el hombre dice: «Bienvenidos, pasen a delante.»

Ya estábamos dentro, no lo podíamos creer, la imagen era de opulencia total, una suite que parecía una casa de lo grande que era, lobby de entrada, cocina, salón, balcón y la habitación en el segundo piso al que se subía por una elegante escalera de curvada.

La gente superelegante y adulta, celebridades como Sofía Imber y pare de contar. Todos tomando champán y disfrutando de los aperitivos del bufete, un cruce de miradas entre Iris y yo seguido de la frase «a donde fueres, has lo que vieres» pasamos a coger una copa, tomamos algo de la mesa de comida y nos quedamos allí conversando como si estuviéramos en nuestra propia fiesta.

Al rato llegaron los músicos, entre ellos Helen y Niko, su primer impulso fue abrazarme y luego reñirme por estar allí, ya que los de seguridad les habían dicho que nosotros dijimos que éramos los músicos de Miguel Bosé. Tras una mirada de desaprobación vino unas risas y el comentario: «Eso no se hace, pero ya están aquí, así que a disfrutar la noche»

Al rato llegaron Ana y Miguel, mi corazón comenzó a pegar brincos en mi pecho, ya que aunque me pasé la gira pasada con los músicos de Miguel, a él solo lo veía de por momentos en los ensayos y de lejos, puesto que estaba pasando una época muy introspectiva (o eso decían). De todas formas me di cuenta de que mi verdadera emoción era por estar allí con Ana Torroja.

Por su puesto que me integre en un grupo que estaba hablando con ella como si fuéramos amigos de toda la vida, fue increíble, hasta que llego el amigo ese, si ese, el «X» y le dijo «Ana soy tu ídolo (eso no fue tan grave) y escucho tu música desde que era un crío de 5 años (PLOFF)» Allí Ana puso cara de asesina en serie y terminó la conversación, mientras yo buscaba algún objeto punzo-penetrante para terminar con la miserable vida de ese amigo, el «X».

Al rato alguien comento que ya Miguel se retiraba a su habitación y que eso representaba el verdadero comienzo de la fiesta, pues todos los mayores ya se habían marchado y literalmente quedábamos solo los músicos, Ana, mis amigos y yo.

En ese momento Niko le pregunta a mi amiga Iris si tiene más amigas que puedan unirse a la fiesta, a lo cual mi astuta compi dice: «Claaaaaaro!!!». Un par de llamadas y 15 minutos después, en la radio sonaba salsa y todas las nenas bailaban con los músicos y yo con Helen, cuando llego uno el clímax de mi aventura, ese momento en el que Ana se me acerco y me dice: «Quiero bailar conmigo salsa».

Bailamos 5 canciones sin parar, yo sentía que flotaba en el aire y ella no paraba de decirme que bailaba muy bien y quería aprender nuevos pasos conmigo. Realmente ha sido uno de los mejores momentos de mi vida.

Después de eso Ana se despidió diciendo que al día siguiente el vuelo al próximo destino de la gira era muy temprano y con esta frase lapidaria condeno la fiesta y todos bajamos la cabeza en plan, es hora de irse a dormir… eso sí, super felices por una noche increíble. Besos y abrazos a todos, incluyendo a Ana y a mi querida Helen de Quiroga.

Como colofón y para cerrar con broche de oro, al disponernos a salir de la habitación, me doy cuenta de que Miguel Bosé había bajado a la cocina por un vaso de agua, yo, ni corto ni perezoso, paso por la cocina, y me despido de él como si fuéramos amigos de toda la vida, un fuerte abrazo, beso en las dos mejillas mientras le decía: «Miguel, gracias por una noche excelente como siempre todo perfecto», él sonríe y me responde: «Gracias a ti por haber venido a esta noche».

Al salir del hotel, caminando por el lobby, me sentía literalmente flotando en una nube y entendí aquella frase que menta: «Ya me puedo morir tranquilo».