Trabajo y placer en un solo día.
Lucas se removió en su asiento del tren, incómodo, dándole vueltas a su teléfono móvil de forma ausente con una mano. Levantó la cabeza para ver si había alguien más en el vagón: Un par de personas, cada cual absorto en sus cosas.
Llevaba un tiempo intentando decidir si le iban a ver si se metía la mano bajo los pantalones o no. Pero la sensación empezaba a pasarse de molesta, así que cogió un kleenex de su abrigo y se desabrochó el cinturón y un botón del pantalón. Metió el pañuelo desechable bajo los slips y se lo pasó por el ano y comprobó cómo estaba: Limpio.
Frustrante. Tenía la continua sensación de estar húmedo. Se había limpiado a conciencia pero debía tener algo de lubricante dentro todavía y eso le daba esa sensación extraña. No estaba acostumbrado a que le follaran.
Se volvió a atar el pantalón y el cinturón, pero esta vez dejó la camisa por fuera. Hizo una bola con el kleenex y lo lanzó a la papelera al otro lado del pasillo, acertando a la primera. Había sido un buen día: no solo se había hecho con un empleo sino que se había llevado un buen polvo de regalo.
Aquella tarde, más o menos a las cinco, había tenido una entrevista de trabajo. Se había vestido formal, con una camisa blanca, pantalones negros y zapatos. La entrevista duró bastante, pero al final salió del edificio con un contrato, así que había valido la pena.
Miró el reloj en cuanto pisó la calle, y se dio cuenta de que no había forma alguna de que llegara a tiempo para coger el tren, y que tenía que esperar media hora para el siguiente, así que fue al parque que había al lado de la estación y se sentó en uno de los muros bajos que separaban las zonas, donde daba el sol. No habían pasado ni dos minutos cuando alguien se sentó a su lado.
Lucas se incorporó y vio a un hombre de mediana edad, de unos cuarenta más o menos. Moreno, de piel y de cabello, con una barba bien recortada y arreglada que empezaba a mostrar algunos trazos de gris, facciones fuertes y marcadas con la mandíbula cuadrada. El pelo castaño corto, peinado de forma bastante moderna todo de punta formando una “cresta” en el centro. ¿Y físicamente? Era un hombre bastante fornido, bastante como para que se marcaran los músculos del brazo bajo el traje y se adivinaran los pectorales.
Lucas, a sus veintiséis era un joven más bien delgado, con el pelo negro corto sin ningún peinado en concreto cejas espesas y rectas, ojos oscuros y piel blanca, del tipo que nunca tiene marcas del sol porque simplemente no se pone moreno.
– Hola. – Le saludó el hombre, tendiéndole la mano. Lucas se la estrechó, dudoso – Me llamo Jordi.
– Encantado. Lucas. – Lucas no las tenía todas consigo. ¿Qué quería aquel tipo?
– ¿Descansando?
– Estaba esperando el tren. –Admitió – Pero creo que debería ir ya a la estación. Encantado.
Lucas se levantó y decidió poner pies en polvorosa. No se fiaba ni un pelo.
– ¡Espera! – También se levantó y sacó el teléfono móvil – No quería asustarte. Mira.
Le enseñó una foto del propio Lucas en su móvil. De Grindr.
– Estaba mirando esto y me salió que estabas a menos de cincuenta metros, he levantado la mirada y te he visto aquí sentado, y he decidido acercarme. Lo siento probablemente tendría que haberte dicho algo por el móvil primero.
Por supuesto, Grindr. Lo tenía siempre encendido y ya ni se acordaba de él. Se miró al tal Jordi con otros ojos, y se fijó en que era bastante atractivo, en los músculos que se adivinaban bajo el traje, en el culo que se marcaba perfectamente, e intentó imaginarse el paquete.
– Tranquilo – le respondió al final volviéndose a sentar – No pasa nada. No sabía que pensar.
Jordi sonrió, mostrando una ristra de dientes blancos y perfectos como perlas, y se sentó otra vez al lado de Lucas.
– Mal principio. Así que… ¿Te gusto? – se puso la mano en la entrepierna, forzando a la mirada de Lucas a desviarse hacia allí.
– Si. Supongo que ya que has venido a saludarme, yo también te gusto a ti. ¿No? – Jordi cogió la mano de Lucas y la puso en su paquete. Guau – Vale, eso es un sí.
– ¿Tienes tiempo? ¿Puedes permitirte perder un tren o dos?
– Si. – Lucas estaba hipnotizado, palpando el paquete de Jordi que crecía y se movía como si fuera una criatura independiente bajo su mano.
– Bien, vivo a un par de manzanas de aquí. ¿Quieres venir? Estaremos más cómodos.
Lucas volvió a mirarse el reloj, y pensó de nuevo en si este tío iba en serio o iba a robarle a navajazos en cuanto estuvieran en un lugar más privado. No parecía que fuera a hacer lo segundo, y realmente era atractivo… Así que se decantó por ir con él.
– Vamos.
Cruzaron las calles hablando de sus cosas, Jordi era un comercial de productos de impresión, soltero, y vivía solo. Ocupaba gran parte de su tiempo libre en el gimnasio, ya que no tenía nada mejor que hacer, y se notaba. Vaya que si se notaba.
Ya subiendo en el ascensor, Jordi besó a Lucas, pero fue cuando entraron en el piso que realmente se lanzó a por él, abrazándole y poniendo las manos en su trasero, besando con avidez, ambos introduciendo la lengua en la boca del otro. Lucas le abrazó también, pasando las manos por su espalda, tirando de la camisa hacia arriba para poder meter las manos debajo y poder palpar su poderosa espalda. Eran más o menos de la misma altura así que sus paquetes se estaban rozando. Lucas ya llevaba medio camino de una erección, pero el pene de Jordi pulsaba contra el suyo, totalmente rígido.
Jordi le levantó agarrándole de las axilas, como si no pesara absolutamente nada, y Lucas no pudo menos que abrazar su cintura con las piernas y dejarse llevar, encantado. De esta guisa lo llevó hasta el dormitorio, besándole, y les dejó caer a ambos sobre la cama, Jordi sobre Lucas.
Jordi empezó a desabrochar la camisa de Lucas, poco a poco y con calma, mientras iba besando el pecho que dejaba al descubierto. El pecho de Lucas era bastante velludo, al menos en la parte de los pectorales, y el abdomen era prácticamente lampiño, y liso. Las únicas marcas en el mismo eran un rastro de vello que bajaba desde el ombligo hasta más abajo del pantalón, y dos líneas a los lados, la famosa “V”. Jordi se entretuvo mucho tiempo allí, saboreando los pezones, besándole las axilas, lamiéndole el torso.
Hasta que al final le desabrochó el cinturón, y le quitó los pantalones y los calzoncillos de una sola vez, dejando que su pene saliera disparado, apuntando hacia el techo. En ese momento solo le besó la punta, porque se apartó un poco para descalzarle y quitarle la ropa de entre las piernas, mientras que él se quitaba la americana y la dejaba a un lado. Entonces se agachó de nuevo y se llevó el miembro de Lucas a la boca, de una sentada hasta el fondo.
Lucas arqueó la espalda y gimió de placer. No tenía un pene grande, pero tenía una buena medida y pocas veces había notado la nariz del otro en su entrepierna. Jordi era, por lo visto, un experto.
Estuvo unos minutos allí, subiendo y bajando, mientras Lucas le acariciaba la cabeza, sin empujar.
– Voy a acabar. – Anunció Lucas.
Jordi le cogió entonces de los testículos y tiró un poco, sin hacerle daño en absoluto, mientras apartaba los labios de su pene. Lucas no se corrió, no todavía. Jordi se puso en pie entonces, y Lucas pudo por fin desvestirle, de forma parecida a como él lo había hecho antes. Desabrochando la camisa poco a poco y descubriendo un pecho moreno y torneado, sin ni un solo vello, sus pectorales abultados, el estómago marcando claramente las líneas de cada abdominal, como si todo él fuera una escultura de un griego antiguo.
Lucas puso una mano en cada uno de sus pectorales, redondos y marcados. No había estado con nadie tan musculado nunca. La piel depilada era bastante suave, aunque estaba perlada de sudor. Desabrochó el cinturón, y bajó los pantalones y calzoncillos de Jordi, por turnos.
Descubrió un pene que era más ancho y largo que el suyo, oscuro, depilado como el resto el cuerpo de Jordi, no circunciso, apuntando directamente hacia arriba, pegado al vientre y que no llegaba hasta el ombligo de Jordi por poco, con los testículos a lado y lado del pene, el escroto tirante. Una gota de líquido preseminal emergió en la punta y empezó a bajar por el mástil, pero Lucas la cazó con la lengua, y la arrastró de nuevo hasta la punta, antes de metérsela en la boca, haciendo esfuerzos por abrir las mandíbulas lo suficiente como para no tocarle con los dientes.
Jordi dejó escapar un suspiro y Lucas levantó la mirada para verle con los ojos cerrados y los dedos hundidos en el pelo, perdido en el placer, y volvió a la tarea. No había estado con alguien cuyo pene apuntara hacia arriba tan cerca del vientre, y que tuviera tanta fuerza, cuanto más lo bajaba para darse espacio, más tiraba hacia el vientre. Parecía que Jordi realmente entrenaba todos sus músculos, sin dejarse ni uno. Pero más que molestarle, le gustó.
No era tan bueno con la boca como su compañero, no era capaz de llegar hasta el fondo ni de broma, pero dio todo lo que tenía con gusto y a Jordi pareció gustarle. Este se tumbó y Lucas aprovechó para descalzarle y lanzar la ropa a un lado, tumbándose después a su lado sin soltar nunca el mástil que Jordi tenia por pene, masturbándole.
Jordi le besó e hizo lo propio, masturbándole a él, pero le pidió que levantara una pierna y con la otra mano empezó a pasear un dedo por alrededor del orificio de Lucas.
– ¿Puedo? – le susurró al oído.
Lucas dudó, normalmente era activo. Había probado a dejarse penetrar un par de veces y no acababa de tener claro si le gustaba o no. ¿Pero un dedo o dos ahí dentro? Eso sí que podía decir con seguridad que le gustaba.
– Si. Solo… No acostumbro a meterme nada.
– Iré con cuidado.
Se lamió el dedo corazón, y volvió a llevarlo al agujero de Lucas, donde empezó a empujar suavemente contra los bordes, entrando poco a poco, al principio solo la punta, se lo volvió a lamer y entonces lo metió hasta la mitad. A la tercera llegó tan al fondo como podía. Lucas puso los ojos en blanco. Aquello sí que le gustaba, y además tenía un pene perfecto en la mano y Jordi no había abandonado el suyo, masajeándolo con maestría.
Entonces Jordi empezó a empujar con un segundo dedo – y Jordi tenía unas manos bastante grandes por lo que sus dedos eran de un grosor considerable – y Lucas dejó escapar un gemido a medio camino entre el dolor y el placer, arqueando la espalda y encogiéndose por instinto, apartando su culo de la mano que le “acosaba”. Jordi se puso entonces de rodillas ante la cama, y se volvió a meter el miembro de Lucas en la boca, mientras volvía a meterle un dedo. Volvió a intentarlo con un segundo, y Lucas volvió a gemir y arquear la espalda, pero no se apartó, y el dedo entró. Los dedos empezaron a moverse en su interior, buscando satisfacerle y a la vez ensanchar la entrada.
– Quiero follarte. ¿Quieres? – la voz de Jordi, grave y potente, le sacó de su ensimismamiento.
– No lo sé… – admitió Lucas. Realmente tenía dudas, le gustaba Jordi, pero sus anteriores intentos de recibir no habían acabado de dejarle buen sabor de boca – Solo me la han metido un par de veces. Nunca tan grande. Normalmente no paso de un dedo o dos ahí dentro…
– ¿Seguro? – Jordi sacó la mano de su culo y le enseño que en realidad ya tenía tres dedos dentro: corazón, anular e índice. ¿Cuándo había pasado? – Yo creo que estás preparado. Y te gustará. Pero si no quieres no pasa nada.
Lucas volvió a sopesarlo. ¿Cuántas oportunidades más iba a tener de estar con un hombre tan atractivo? Y lo que es más, ¿Cuántas oportunidades más tendría de tener ese miembro en su interior?
– Está bien, pero ve con cuidado, se cariñoso.
– ¿No lo he sido hasta ahora?
Jordi se alejó con una sonrisa hacia la cómoda, el pene apuntando hacia el techo, desafiando a la gravedad. Lucas sonrió de pura felicidad, y también de nervios. ¿Cómo podía ser tan atractivo? ¿Y actuar de forma tan natural paseándose desnudo por la casa con tremenda erección en ciernes? Pronto volvió con una tira de condones y una botella de lubricante.
– ¿Quieres ponérmelo tú?
¿Una oportunidad más de tener su miembro entre las manos? ¡Cómo no! Lucas sonrió y se sentó en la cama. Cogió la tira de condones y separó uno, abriéndolo con los dientes y desenrollándolo un poco. Lo colocó en la punta del pene de Jordi y lo empezó a desenrollar. Cuando el glande estuvo ya cubierto, dejó de hacerlo con las manos y usó los labios para acabar de bajarlo hasta prácticamente abajo, aunque repasó el trabajo con las manos, para estar seguro.
– Bien. – Jordi cogió un cojín y se lo alcanzó a Lucas – Túmbate en medio de la cama de espaldas y ponte eso debajo, con las piernas en el aire. Creo que así te será más fácil.
Lucas hizo lo que le decían y entonces Jordi se tumbó encima de él, aun sin penetrarle, y empezó a bombear, fregando el pene con el cuerpo del joven. Luego se incorporó un poco y volvió a introducir un par de dedos en él. Luego puso la punta del pene en su ano, empujándolo hacia abajo con la mano para que no volviese a su posición natural, pegado al vientre.
– Ahora, tranquilo. Respira con calma y relájate. No te va a doler, ya tienes la entrada bastante relajada, pero si en algún momento te duele, te molesta, o simplemente quieres parar, lo dices.
¿Cuantas veces había dicho él lo mismo a otros?
– Vale.
Lucas estaba algo asustado. Excitado, sí, pero asustado también. Jordi empujó entonces, poco a poco, con calma pero con firmeza. Las manos de Lucas empezaron a retorcer las sábanas y los dedos de los pies cerrados con fuerza. Un gemido empezó a surgir en su boca. No, no le gustaba, quería pararlo, iba a decirle que saliera y lo dejara cuando Jordi le besó otra vez. El momento pasó y notó que la cintura de Jordi le tocaba las nalgas. Ya estaba dentro, del todo. Y a decir verdad… ya no le parecía molesta, ni quería decirle que saliera. Quería que siguiera ahí dentro.
– Ese es mi chico – Sonrió Jordi, sin despegar la cara de la de Lucas – ¿Estas bien?
– Si. – respondió Lucas con un jadeo, sorprendido de que esa fuera la respuesta. Esperaba que fuera peor – Perfecto. Está caliente.
– Claro que lo está. Y tu culo es estrecho y apretado. Me encantas.
– Y tú a mí.
Jordi empezó a bombear entonces, y Lucas descubrió otro mundo de sensaciones. Al principio los movimientos eran cortos y pausados, y el chico no daba abasto intentando reconocer que pasaba dentro de él, pero poco a poco la cosa se animó, y empezaron a oír los golpes que daba el cuerpo del Jordi con el de Lucas al empujar con velocidad, como palmadas, y el recorrido que hacía Jordi era más largo, hasta tal punto que en un par de ocasiones la sacó completamente, por accidente, y tuvo que ayudarse de una mano para llevar su pene a un ángulo más o menos perpendicular y volver a penetrar a Lucas.
Cambiaron entonces de posición, acercándose al borde de la cama, con Jordi de pie al lado y Lucas tumbado boca arriba con las piernas en sus hombros. Pronto Lucas descubrió que sin la boca del otro para mantener entretenida a la suya, no podía evitar gemir, era superior a él, pero Jordi le puso solución metiéndole dos de sus dedos en la boca. Lucas los lamió ávido, intentando corresponder al placer que estaba sintiendo. Tenían un sabor salado, pero agradable.
Jordi le pidió que se pusiera a cuatro patas y Lucas acató gustoso, mientras él se subía a la cama y ayudándose de nuevo de una mano para dirigir su miembro volvía a penetrarle, agarrándole por las caderas, cada vez moviéndose más rápido, más frenético, hasta que salió de detrás de Lucas. Este, que sabía lo que pasaba, se dio la vuelta y se encaró al miembro de Jordi mientras este se peleaba con el condón para quitárselo. Al final se pudo deshacer de él de un tirón y Lucas se metió la punta en la boca, mientras Jordi se masturbaba frenéticamente. Un escalofrío recorrió su cuerpo y soltó un sonoro gemido cuando finalmente se corrió en la lengua de Lucas, que no dejó escapar ni una gota de su semen.
Lucas lo estrujó con las manos y los labios, intentando llevarse hasta el último rastro consigo, mientras Jordi le pasaba las manos por el pelo, satisfecho y respirando con dificultad, entre risas. Lucas estaba en la gloria, aquella era la primera vez que disfrutaba tanto dejándose follar.
Jordi se dejó caer en la cama, al lado de Lucas, llevando su manaza áspera pero gentil de nuevo al pene del chico, acariciándolo.
– Follame a mi ahora.
Fue más una orden que una petición, pero a Lucas no le importó en absoluto. Llevaba deseando hacerlo desde el principio. Se arrodilló entre las piernas de Jordi y se las levantó, descubriendo un orificio que como se esperaba dado el resto del cuerpo de Jordi, estaba perfectamente depilado. Entonces hundió el rostro en él y se puso manos a la obra, o más bien “lengua” a la obra. Le encantaba hacer aquello no por el hecho de meterle la lengua por el orto a alguien, que a él no le reportaba ningún placer directo en absoluto, sino por la reacción de ese alguien, generalmente temblorosa de placer. Jordi no le decepcionó.
Cuando creyó que ya había hecho bastante, le metió un par de dedos, preparándole como él lo había hecho consigo antes, aunque sus dedos eran más delgados con diferencia. Le lanzó uno de los condones a Jordi y se acercó para que se lo pusiera, y este lo hizo con una sonrisa pícara en los labios.
Lucas se echó lubricante una vez tuvo el condón puesto, y apuntó hacia el orificio de Jordi, empujando poco a poco. No le costó mucho hacerse camino, ya fuera porque Jordi estaba más acostumbrado o por la preparación anterior, y pronto su vello púbico tocaba los huevos de Jordi.
Lucas le agarró de los pies y empezó a follarle con el mismo cuidado que había recibido antes, aprovechando para besarle los tobillos y los pies a Jordi, besando sus dedos e introduciéndose el dedo gordo en la boca. Jordi empezó a masturbarse al ritmo de Lucas, poco a poco recobrando aquella impresionante erección. En cuanto estuvo de nuevo en pie de guerra, Lucas llevó una de sus manos a él, y le masturbó mientras seguía penetrándole.
Cambiaron de postura de nuevo, esta vez con Lucas tumbado boca arriba y Jordi sentándose en él, controlando la situación, mientras Lucas seguía masturbándole. Se alternaron en el control del coito, a veces Jordi saltando sobre el pene de Lucas, como si estuviera montando a caballo, a veces Lucas subiendo y bajando la cintura con ímpetu, mientras Jordi se mantenía estable a cierta altura. A veces se movían los dos en un ritmo caótico y por lo visto, agradable.
Pronto el chico empezó a notar como el miembro de Jordi palpitaba y se encabritaba en su mano, volviendo a correrse, disparando semen por todo el pecho de Lucas y llegando hasta su pelo incluso. Todo eso después de correrse una primera vez minutos antes. Lucas sintió las contracciones involuntarias del esfínter de Jordi mientras se corría, y aquello le llevó por encima del límite.
Salió de dentro de Jordi y se quitó el condón, intentando acabar con las manos, pero este se las apartó enseguida, metiéndose el miembro de Lucas en la boca. Lucas intentó volverá llevar las manos a su pene, ¡Necesitaba correrse!, pero Jordi se las cogió y las empujó contra la cama, mientras seguía trabajando con labios y lengua en su pene. Al final Lucas explotó, casi literalmente, mientras se retorcía de placer, apretando las manos de Jordi con fuerza y entrelazando sus piernas con las del comercial. Jordi ni siquiera se quitó el pene de la boca, así que lo tragó todo.
Pero Jordi no paró ahí, siguió lamiéndole y mamándole más allá del punto en el que tras correrse Lucas estaba demasiado sensible. Prácticamente una tortura durante los primeros momentos, Lucas intentando zafarse pero sin decir nada en voz alta, porque en el fondo le gustaba. De esta manera no llegó a perder la erección del todo, y un par de minutos después volvía a estar en duro como una piedra, y ya no era molesto sino agradable, placentero.
Jordi movió las manos de Lucas por encima de su cabeza y las mantuvo ahí, entrelazadas, con una sola mano, mientras usaba la otra para penetrar el ano del chico con un par de dedos. Lucas estaba perdido, no tardó en volver a correrse, y otra vez Jordi no dejó que se tocara, sujetándole con fuerza las manos. Siguió mamándole otra vez, torturándole un poco en esa fase en la que se está más sensible, pero esta vez dejó escapar el pene de Lucas.
Empezó a subir, lamiendo los restos de su propio semen del abdomen del chico, y al final le besó, compartiendo sus jugos. Cuando se separaron, Jordi tenía algo de semen en la barba y Lucas lo le limpió, lamiéndole.
– Tú me habías hecho correrme dos veces. – Explicó Jordi, sonriendo – Era por quedar a partes iguales.
– Ya – sonrió Lucas, llevándose la mano de Jordi a la boca – Pero ¿Sin descanso?
– Al final te ha gustado, ¿no?
– Me ha encantado.
– Y… ¿dices que vas a venir a trabajar todos los días a dos manzanas de aquí?
Lucas sonrió, imaginando lo mucho que le iba a gustar salir del trabajo en adelante. Jordi sonrió a su vez, pícaro, y se tumbó sobre Lucas, besando y mordiendo a partes iguales su hombro y axila.
Así estuvieron un montón de rato, casi una hora, hablando de tonterías o de nada en absoluto, hasta que Lucas tuvo que irse o perdería el último tren.