Relato: El Barbero Egipcio
Luego de varios días recorriendo Egipto y ver sus atractivos hombres, incluso tomados de la mano, y sin haber tenido la oportunidad de conocer (por no decir pecar) con alguno, regresé al Cairo por la tarde para tomar mi vuelo de regreso al día siguiente.
Esa tarde, decidí dar una vuelta por el mercado Khan Khalili para comprar algunos recuerdos, y también poder interactuar con sus atractivos vendedores. Caminando por sus misteriosos y estrechos pasillos llenos de chicos ofreciéndote cualquier objeto por pocas libras, vi una barbería-peluquería y decidí entrar a cortarme el cabello y que me eliminaran el vello facial con su técnica de hilos.
Tras esperar unos minutos y ver a los dos jóvenes chicos barberos hacer su trabajo (y hasta de fantasear con los clientes que esperaban junto a mí), llego mi turno.
Uno de los barberos me hizo señas para que fuera a su puesto. Traté de preguntarle cuanto me costaría, pero imposible entendernos. Pensé, será barato, no te preocupes.
El joven moreno y alto, de anchos brazos y enorme manos comenzó a cortarme el cabello, poco, pues suelo llevarlo muy corto, y rápidamente acabó. Me hizo señas para indicarme que me quitaría el vello facial con hilos, ante lo cual asentí. En ese momento me acomodó la capa de protección con la que me había cubierto. Y en ese momento se me acercó demasiado y puso su bulto pegando a mi brazo. Al sentir su paquete duro rozando mi brazo y mano, me asusté, pero estaba muy excitado para recordar que eso está prohibido allí.
Mientras continuaba quitándome el vello facial, seguía pasándome su duro bulto por mi mano y comencé a tocárselo, aprovechando que la capa tapaba totalmente mi mano. Parecía que iba explotar aquella dura protuberancia, que indicaba que había sido bien dotado por las aguas del Nilo.
De un momento a otro, comienza a hablar y se va, regresando casi de inmediato. Me asuste de nuevo, pero estaba tan excitado que no podía pensar. ¿Pero cuál es mi sorpresa cuando regresa?, acomoda de nuevo la capa y siento aquello tan duro que en mis manos, fuera del pantalón. ¡No podía creerlo!; había sacado su miembro viril y lo tenía en mi mano; todo sucediendo debajo de la capa. Él temblaba, y yo por supuesto también.
Por instinto natural comencé a masturbarlo y sentía como aquella polla egipcia bombeaba sangre y se ponía cade vez más dura. Pocos segundos pasaron cuando sentí como mi mano estaba totalmente húmeda y pegajosa. Se había corrido en mi mano. Rápidamente él se cubrió, retiró la capa y pretendía regresar a sus actividades normalmente.
Le di 20 libras y salí del local con aquel líquido espeso, caliente y DULCE en mi mano derecha rumbo a mi hotel.